Esther, nombre santo, Vargas, apellido valeroso y pertinente, en conjunto han tenido que enfrentar, en el curso del siglo XXI, la adversidad de ser diferente, por confesar su mente y cuerpo amar a alguien del mismo sexo, que al nacer DIos bendijo.
La universidad del "santo", estricto en los castigos contra la injustica, hoy parece haber trastabillado con una criatura de sus entrañas, a quien le dio el saber para vivir por vocación de servicio.
Hoy ella, la "camisetera" pertubada a punto de llorar gotas blancas de tristeza por la indiferencia de su alma máter, antes que pedir disculpas por ser lesbiana, ruega a los cuatros vientos que la "San Martín" se haya equivocado, que sus conclusiones aceleradas no se conviertan en actos de discriminación sexual.
Hoy pide que solo haya sido un entendido desenfocado, porque ella, en los más íntimo de su femenino cuerpo, cree en su álma mater, a quien, agradecida desde siempre, no piensa ofender ni con lo más mínimo de sus "supestas" anormalidades.
Esther Vargas es ella. Lesbiana y periodista.
Yo, hombre y redactor-fotógrafo.
La universidad del "santo", estricto en los castigos contra la injustica, hoy parece haber trastabillado con una criatura de sus entrañas, a quien le dio el saber para vivir por vocación de servicio.
Hoy ella, la "camisetera" pertubada a punto de llorar gotas blancas de tristeza por la indiferencia de su alma máter, antes que pedir disculpas por ser lesbiana, ruega a los cuatros vientos que la "San Martín" se haya equivocado, que sus conclusiones aceleradas no se conviertan en actos de discriminación sexual.
Hoy pide que solo haya sido un entendido desenfocado, porque ella, en los más íntimo de su femenino cuerpo, cree en su álma mater, a quien, agradecida desde siempre, no piensa ofender ni con lo más mínimo de sus "supestas" anormalidades.
Esther Vargas es ella. Lesbiana y periodista.
Yo, hombre y redactor-fotógrafo.
San Martín de Porres, universidad.
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