Cuando algunas veces mis noches son eternas, las melodías arrinconan mi ser, y se apoderan de él.
De pronto me creo cantante, y me figuro estar a tu lado, abriendo la boca para confesarte mi amor, reforzado con notas malcríadas en tus oídos.
De un rato me veo dando gritos de pasión, que se sostienen en mi débil garganta mediante una combinación de vocales, torpes y enloquecidas, sin remedio.
Más tarde (con toda seguridad), habré de mirarte a los ojos, a las cejas, a las pestañas delgadas e infinitas, para describirte mía.
Tiempo después, mi brazos hallarán tus brazos y mi boca encontrará tu boca carnosa, indomable y celestial.
Cuando el fuego se encienda, la incanzable luna dará paso a su luz blanquecina, y el silencio guardará respeto para dejarnos amar.
Solo sentiré entonces la desilusión cuando la razón me deje entrar en sus linderos y me dé con la sorpresa de que he despertado lelo y chinesco, con la agenda abierta entre mis manos, a punto de hacer una llamada de larga distancia.
...Escucharé tu voz lejana...
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